viernes, 4 de julio de 2014

VERANO AZUL


Observo estos días una estampa, común hasta hace poco que, junto al final de las clases y la subida de los termómetros, anunciaba que había comenzado el verano. Los niños esperan en la acera, custodiados por maletas, a que el padre acerque el coche para tratar de embutir los enseres necesarios para los próximos meses, perro, abuela y jaula del canario, incluidos. Se van a veranear, un término en desuso cuyo declive va paralelamente ligado a la pérdida de poder adquisitivo de la clase media. La imagen me hace evocar aquellos veranos interminables, pero al mismo tiempo me resulta algo anacrónica. Cada vez son menos los españoles que pueden disfrutar de la brisa del mar en la terraza del apartamento, de la sombra de los pinos en el chalet o del olor a cloro en la piscina del pueblo. 

Los que hemos tenido la suerte de poder escapar a algún oasis cuando el calor empezaba a apretar, somos conscientes de que es poco probable que algún día podamos permitirnos ese refugio que nuestros padres consiguieron con esfuerzo. Si apenas podemos hacer frente a la hipoteca de la vivienda habitual, como para pensar en una segunda residencia. Por eso, durante julio y agosto, muchos retornamos a la casa de veraneo de la infancia donde nuestros progenitores nos abren las puertas de par en par, contentos de tenernos con ellos y conocedores de que el verano se nos quedaría incompleto sin su amparo.  Habéis veraneado por encima de vuestras posibilidades, dirán algunos. Ahora os toca enfrentaros a la realidad. Tendréis vacaciones, pero jamás volveréis a veranear. Si irrumpe la nostalgia, siempre podemos encender la tele y rememorar los buenos tiempos con la reposición de ‘Verano Azul.  El nuestro ya nunca tendrá ese color, pero al menos, intentaremos que no sea gris ciudad.  


Publicado en Las Provincias el 4/7/2014


No hay comentarios:

Publicar un comentario